sábado, 3 de agosto de 2019

430ª Nota - O golpe do Motu Proprio ratzingeriano



“Uma vez que não haja mais sacerdotes válidos, eles permitirão a missa em latim.” Esta foi a predição que fez, em meados da década de 1970, o padre capuchinho Carl Pulvemacher, um velho sacerdote tradicionalista que trabalhava com a FSSPX e era um dos editores de sua publicação estadunidense “The Angelus”. Foi também profética. Em 1968 os modernistas formularam um novo rito de consagração episcopal que é inválido: não pode sagrar um verdadeiro bispo. Alguém que não seja um verdadeiro Bispo, naturalmente não pode ordenar um verdadeiro sacerdote, e todas as missas – tradicionais em latim ou Novus Ordo – oferecidas por um sacerdote invalidamente ordenado são igualmente inválidas.
De modo que, cerca de quarenta anos mais tarde, quando restavam poucos sacerdotes validamente ordenados, graças ao Rito de Consagração Episcopal pós-conciliar, o modernista Ratzinger (ele mesmo invalidamente consagrado no rito novo) autoriza a Missa Tradicional.

429ª Nota - Ratzinger e o Motu Proprio



Pode-se ir para o Céu sem ter missa católica, mas não se pode ir para o Céu sem ter Fé Católica. Agora, Ratzinger lhes dará a Missa, mas ele lhes dará a fé? Aqueles que aceitarem sua generosa oferta estarão livres para condenar o Novus Ordo, os erros do Vaticano II e os falsos ensinamentos dos pseudopapas pós-conciliares?
Desde os inícios do século XIX, o modernismo buscou criar uma religião que estivesse divorciada do dogma, mas que, não obstante, satisfizesse o “sentido religioso” do homem. É irônico que essa religião “autocontraditória” e livre de dogmas esteja agora plenamente realizada no Motu Proprio da missa de Ratzinger.
A contribuição pessoal de Joseph Ratzinger à longa lista de erros do Vaticano II é a sua heresia da “Frankenchurch” (Igreja Frankenstein). Para ele, a Igreja é uma “comunhão”: um tipo de igreja ecumênica, uma única igreja mundial, a qual pertencem igualmente católicos cismáticos e hereges, onde cada um possui “elementos” da igreja de Cristo, seja “plena” ou “parcialmente”. Segundo seu catecismo, todos fazem parte de um grande e feliz “Povo de Deus”.
Para os defensores da Missa do Motu Proprio: “Não é necessário dizer que, a fim de experimentar plena comunhão, os sacerdotes das comunidades que aderem ao uso antigo não podem, por princípio, excluir celebrar de acordo com os novos livros. A exclusão total do novo rito não seria, de fato, coerente com o reconhecimento de seu valor e santidade” (Ratzinger).
E certamente há um preço a pagar.
De acordo com o Motu Proprio de Ratzinger e a sua carta adjunta, o Novus Ordo – o sacrilégio ecumênico, protestante, modernista, que destruiu a fé católica em todo o mundo – é a “expressão ordinária da lei da oração da Igreja Católica”. A Missa Tridentina do Motu Proprio – a verdadeira Missa – é meramente “extraordinária”. A nova e a antiga são simplesmente dois usos do mesmo rito romano. Se você aceita a Missa do Motu, você compra tudo isso e se converte em um membro assalariado da Igreja ecumênica mundialista de Ratzinger.
Os "tradicionalistas" que promoveram a Missa do Motu Proprio considerarão sua aprovação como uma clamorosa derrota para o modernismo. Na verdade, ocorreu outra coisa: com a Missa do Motu Proprio, os modernistas agora terão a colaboração dos tradicionalistas incautos em seu próprio programa subjetivista. O Papa São Pio X condenou o modernismo, porque (entre outras coisas) rejeitava o dogma e exaltava o “sentimento religioso” do fiel. E todos os pronunciamentos vaticanos que autorizam o uso da Missa Tradicional – desde o indulto de 1984 em diante – fazem-no sobre a base de categorias modernistas sorrateiras e subjetivas como “diferente sensibilidade”, “sentimentos”, “diversidade legítima”, “gosto”, “distintos carismas”, “expressões culturais”, “apego”, etc. 
Ratzinger toca agora repetidamente neste tema: “apego”, “afeição”, “cultura”, “familiaridade”, “elementos de identidade”, “caro a eles”, “atração”, “forma de encontro”, e “sacralidade que atrai”. Tudo se reduz ao subjetivo. Digam os tradicionalistas que o promoveram o que disserem. Para Ratzinger, a Missa do Motu Proprio simplesmente os converte em uma cor a mais em seu arco-íris do Vaticano II.

sábado, 18 de maio de 2019

428ª Nota - Revelação e Magistério Infalível



“...hay un magisterio ordinario universal infalible de todos los obispos con el Papa, jamás sin el Papa, el cual es infalible él solo, sin necesidad de aprobación de la Iglesia. Luego es la infalibilidad de Pedro y sus sucesores el mecanismo de seguridad que hace incorruptible la sustancia de la Revelación dejada por nuestro Señor a los Apóstoles, y no otro. Se le dijo a Pedro por nuestro Señor: Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo;  pero Yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y tú, una vez que hayas regresado, confirma a tus hermanos. Jesús ruega sólo por la fe de Pedro - luego el que dice que el sucesor de Pedro falla en la fe, reconociéndole como papa, blasfema contra Jesús, al decir que su oración no fue eficaz - y le encarga a Pedro confirmar a sus hermanos. No les encarga a sus hermanos que confirmen a Pedro, sino al revés. No le encarga a Lefebvre que confirme al Papa, sino al Papa que confirme a Lefebvre. Lefebvre, sin ninguna autoridad divina, ejerce de papa. La solución era fácil: si el que está sentado en la Silla de Pedro es hereje o yerra - como él mismo reconoce en múltiples ocasiones - no es el sucesor legítimo de Pedro, sino un impostor. Pero al reconocerle como papa, introduce una vieja herejía y deja en la incertidumbre a los verdaderos católicos sobre la incorruptibilidad de la Revelación a través de tantas luchas contra las herejías durante dos mil años. Se pierde la objetividad de la transmisión de la Revelación o sólo se mantiene, acaso en unos pocos de puro azar, de una forma fideista (error condenado por la Iglesia). Veámoslo así: ¿Era legítimo papa Clamente VII o Urbano VI? ¿Tenía razón el Papa Liberio o Arrio? ¿Tenía razón el Papa Alejandro VII o los jansenistas? ¿Tenía razón Martín Lutero o el Papa que le excomulgó en 1521? ¿Tenía razón Teodoto el Curtidor que defendió la herejía del adopcionismo o el Papa Victor I que lo condenó? Si se mantiene la herejía nada novedosa del lefebvrismo no podríamos saberlo, porque al reconocer que unos papas pueden ser herejes sin dejar de ser papas es imposible saber qué papas del pasado fueron herejes y cuáles no; la Revelación se habría corrompido porque el seguro de la infalibilidad puede fallar según Lefebvre, y siguen siendo papas.”
(Extraído do blogue Católicos Alerta)

427ª Nota - A Infalibilidade do Magistério Ordinário do Papa


Retengamos bien esto: El concilio Vaticano I no dice de ninguna manera que el Papa sería solamente infalible en sus definiciones solemnes. ¿Por qué? Simplemente porque el Papa es también infalible en su enseñanza de todos los días. Esto surge netamente de una puntualización de Monseñor D’Avanzo, el relator de la Diputación de la fe de Vaticano I: “La Iglesia es Infalible en su Magisterio ordinario, que es ejercido cotidianamente principalmente por el Papa, y por los obispos unidos a él, que por esta razón son, como él, infalibles de la infalibilidad de la Iglesia, que es asistida por el Espíritu Santo todos los días”.

Visto que ciertos teólogos y clérigos lefebvristas pseudocatólicos niegan la infalibilidad del Magisterio ordinario pontificio o la rebajan ignominiosamente, Pío XII reafirma netamente la infalibilidad permanente de los Pontífices: No puede afirmarse que las enseñanzas de las encíclicas no exijan de por sí nuestro asentimiento, pretextando que los Romanos Pontífices no ejercen en ellas la suprema majestad de su Magisterio. Pues son enseñanzas del Magisterio ordinario, para las cuales valen también aquellas palabras: El que a vosotros oye, a mí me oye; y la mayor parte de las veces, lo que se propone e inculca en las Encíclicas pertenece ya por otras razones al patrimonio de la doctrina católica. Y si los Sumos Pontífices, en sus constituciones, de propósito pronuncian una sentencia en materia hasta aquí disputada, es evidente que, según la intención y voluntad de los mismos Pontífices, esa cuestión ya no se puede tener como de libre discusión entre los teólogos (Encíclica Humani generis, 12 agosto de 1950).

Pío XII se yergue aquí contra las personas que bajo pretexto de que el Papa no enseñaría solemnemente, creen que tales escritos pueden contener opiniones contestables. Luego, las encíclicas y otros actos corrientes del “Magisterio ordinario”, dice Pío XII, son la voz de Cristo. Y como Cristo no miente jamás, estos textos son por la fuerza de las cosas siempre infalibles. La infalibilidad es luego permanente, de ninguna manera limitada a las definiciones solemnes puntuales.

Y el mismo Papa decía en otra ocasión: “Cuando se hace oír la voz del Magisterio de la Iglesia, tanto ordinario como extraordinario, recibidla con un oído atento y con un espíritu dócil” (Pío XII a los miembros del Angélico, enero 14 de 1958).
(Extraído do blogue Católicos Alerta)

426ª Nota - Leão XIII: encíclicas, magistério ordinário e extraordinário



El Papa León XIII manda a los católicos creer todo lo que enseña el Papa, nueva prueba de la infalibilidad permanente del soberano Pontífice: “Es necesario tener una adhesión inquebrantable a todo lo que los Pontífices Romanos han enseñado o enseñarán, y, todas las veces que las circunstancias lo exijan, hacer profesión pública” (León XIII: Encíclica Immortale Dei, noviembre de 1885). El Papa no hace ningún distingo entre Magisterio extraordinario u ordinario: “Todas las veces que la palabra de este Magisterio declara que tal o cual verdad hace parte del conjunto de la doctrina divinamente revelada, cada uno debe creer con certitud que eso es verdadero; pues si esto pudiera de alguna manera ser falso, se seguiría, lo que es evidentemente absurdo, que Dios mismo sería el autor del error de los hombres” (León XIII: Encíclica Satis cognitum, 29 junio de 1896).

Todas las encíclicas que condenan los errores modernos de 1789 son del dominio del Magisterio ordinario. Ahora bien, León XIII afirma que a este respecto, “cada uno debe atenerse al juicio de la Sede Apostólica y pensar como ella piensa. Si pues, en estas coyunturas tan difíciles (crisis de los católicos y de la sociedad), los católicos nos escuchan como hace falta, sabrán exactamente cuáles son los deberes de cada uno tanto en teoría como en práctica” (Inmortale Dei, 1.º noviembre de 1885). Luego, el Magisterio pontificio ordinario es infalible. El Papa es infalible cotidianamente.

La expresión infalibilidad cotidiana del Papa sorprende probablemente al lector, porque es raro leer una aseveración parecida en las revistas de las capillas o libros actuales. No obstante, esta interpretación de Vaticano I es realmente el reflejo de lo que el Papado mismo ha enseñado al respecto de la infalibilidad del Magisterio pontificio ordinario. Hemos citado ya Humani generis, citemos todavía otra interpretación auténtica de la definición de Vaticano I, que debería contar con la adhesión del lector, visto que ella emana de un Papa: “El Magisterio de la Iglesia, el cual, siguiendo el plan divino, ha sido establecido aquí abajo para que las verdades reveladas subsistan perpetuamente y que sean transmitidas fácilmente y seguramente al conocimiento de los hombres, se ejerce cada día por el Pontífice Romano y por los obispos” (Pío XI: Encíclica Mortalium animos, 6 enero de 1928).

Y en nuestro días, se cuentan con los dedos de la mano a los católicos que creen que la proposición “La Iglesia de la ciudad de Roma puede errar”, cuya afirmación es una herejía condenada ex cathedra, es falsa.
(Extraído do blogue Católicos Alerta)