El Papa León XIII manda a los
católicos creer todo lo que enseña el Papa, nueva prueba de la infalibilidad
permanente del soberano Pontífice: “Es necesario tener una adhesión
inquebrantable a todo lo que los Pontífices Romanos han enseñado o enseñarán,
y, todas las veces que las circunstancias lo exijan, hacer profesión
pública” (León XIII: Encíclica Immortale Dei, noviembre de 1885). El
Papa no hace ningún distingo entre Magisterio extraordinario u
ordinario: “Todas las veces que la palabra de este Magisterio declara que
tal o cual verdad hace parte del conjunto de la doctrina divinamente revelada,
cada uno debe creer con certitud que eso es verdadero; pues si esto
pudiera de alguna manera ser falso, se seguiría, lo que es evidentemente
absurdo, que Dios mismo sería el autor del error de los hombres” (León
XIII: Encíclica Satis cognitum, 29 junio de 1896).
Todas las encíclicas que condenan
los errores modernos de 1789 son del dominio del Magisterio ordinario. Ahora
bien, León XIII afirma que a este respecto, “cada uno debe atenerse al juicio
de la Sede Apostólica y pensar como ella piensa. Si pues, en estas coyunturas
tan difíciles (crisis de los católicos y de la sociedad), los
católicos nos escuchan como hace falta, sabrán exactamente cuáles son
los deberes de cada uno tanto en teoría como en práctica” (Inmortale Dei,
1.º noviembre de 1885). Luego, el Magisterio pontificio ordinario es infalible.
El Papa es infalible cotidianamente.
La expresión infalibilidad
cotidiana del Papa sorprende probablemente al lector, porque es raro leer una
aseveración parecida en las revistas de las capillas o libros actuales. No
obstante, esta interpretación de Vaticano I es realmente el reflejo de lo que
el Papado mismo ha enseñado al respecto de la infalibilidad del Magisterio
pontificio ordinario. Hemos citado ya Humani generis, citemos todavía otra
interpretación auténtica de la definición de Vaticano I, que debería contar con
la adhesión del lector, visto que ella emana de un Papa: “El Magisterio de la Iglesia, el
cual, siguiendo el plan divino, ha sido establecido aquí abajo para que las
verdades reveladas subsistan perpetuamente y que sean transmitidas fácilmente y
seguramente al conocimiento de los hombres, se ejerce cada día por el
Pontífice Romano y por los obispos” (Pío XI: Encíclica Mortalium animos, 6
enero de 1928).
Y en nuestro días, se cuentan con
los dedos de la mano a los católicos que creen que la proposición “La
Iglesia de la ciudad de Roma puede errar”, cuya afirmación es una herejía
condenada ex cathedra, es falsa.
(Extraído do blogue Católicos Alerta)