Monseñor Lefebvre niega, pues, la
infalibilidad del Papa en sus decretos, y afirma que el Papa puede
favorecer la ruina de la Iglesia, lo cual es una herejía condenada por la
Iglesia.
En el siglo XV, la Iglesia
califica de escandalosa y herética la proposición
siguiente: “Ecclesiae urbis Romae errare potest”: la Iglesia de la ciudad
de Roma puede errar. Esta proposición, extraída de las obras de un doctor
español llamado Pedro de Osma, fue censurada el 15 de diciembre de 1476 por el
vicario capitular de Zaragoza, y el 24 de mayo de 1478 por una comisión de
teólogos presidida por el arzobispo de Toledo. El Papa Sixto
IV confirma su sentencia por una definición ex cathedra: “Nos, declaramos que las
proposiciones precitadas son falsas, contrarias a la santa fe católica,
erróneas, escandalosas, totalmente extrañas a la verdad de la fe, contrarias a
los decretos de los santos padres y a las constituciones apostólicas y que
ellas contienen una herejía manifiesta” (Sixto IV: Constitución Apostólica
bajo la forma de bula Licet ea del 9 agosto de 1478).
Luego la doctrina de Monseñor
Lefebvre contiene una herejía manifiesta, según el Papa Sixto IV. ¿Erró Sisto
IV o Lefebrve? Para los lefebrvianos erró el Papa. Sin embargo, todo
el que con Lefebvre sostiene esa doctrina contraria a la santa fe católica de
forma pertinaz cae en herejía y sale fuera de la Iglesia. Y esa herejía ataca
directamente la raíz de la Revelación y cual malévola savia es absorbida por
las almas atrapadas en ese árbol malo que da malos frutos: el lefebvrismo.
Monseñor Lefebvre pone su
obediencia “en la medida” en que él juzga los actos y enseñanzas
del “juez supremo de los fieles”. Presenta un falso dilema: no acepta la
vacancia porque el papa es sólo “malo”; ni acepta la obediencia al régimen
de la Iglesia porque éste puede ser nocivo y peligroso. En ambos casos muestra
su insumisión a las doctrinas católicas.
La “solución” lefevbrista es “compatibilizar” la
asistencia divina al papa con la herejía pública y hasta
con la apostasía en el papa. Es herético en grado extremo.
El anatema caído sobre Pedro de
Osma recae sobre Mons. Lefebvre y sobre todos aquellos que defienden que el
Papa puede errar. Por lo tanto, la doctrina de Mons. Lefebvre no es la doctrina
de la Iglesia, a pesar de las apariencias de tradición en las ceremonias, sino
de una secta, porque no conservó la fe católica sobre la constitución divina de
la Iglesia. Comparar a Mons. Lefebvre con San Atanasio no deja de ser un
insulto contra los santos, especialmente contra este gran doctor de la Iglesia.
(Extraído do blogue Católicos Alertas)