sábado, 3 de agosto de 2019

430ª Nota - O golpe do Motu Proprio ratzingeriano



“Uma vez que não haja mais sacerdotes válidos, eles permitirão a missa em latim.” Esta foi a predição que fez, em meados da década de 1970, o padre capuchinho Carl Pulvemacher, um velho sacerdote tradicionalista que trabalhava com a FSSPX e era um dos editores de sua publicação estadunidense “The Angelus”. Foi também profética. Em 1968 os modernistas formularam um novo rito de consagração episcopal que é inválido: não pode sagrar um verdadeiro bispo. Alguém que não seja um verdadeiro Bispo, naturalmente não pode ordenar um verdadeiro sacerdote, e todas as missas – tradicionais em latim ou Novus Ordo – oferecidas por um sacerdote invalidamente ordenado são igualmente inválidas.
De modo que, cerca de quarenta anos mais tarde, quando restavam poucos sacerdotes validamente ordenados, graças ao Rito de Consagração Episcopal pós-conciliar, o modernista Ratzinger (ele mesmo invalidamente consagrado no rito novo) autoriza a Missa Tradicional.

429ª Nota - Ratzinger e o Motu Proprio



Pode-se ir para o Céu sem ter missa católica, mas não se pode ir para o Céu sem ter Fé Católica. Agora, Ratzinger lhes dará a Missa, mas ele lhes dará a fé? Aqueles que aceitarem sua generosa oferta estarão livres para condenar o Novus Ordo, os erros do Vaticano II e os falsos ensinamentos dos pseudopapas pós-conciliares?
Desde os inícios do século XIX, o modernismo buscou criar uma religião que estivesse divorciada do dogma, mas que, não obstante, satisfizesse o “sentido religioso” do homem. É irônico que essa religião “autocontraditória” e livre de dogmas esteja agora plenamente realizada no Motu Proprio da missa de Ratzinger.
A contribuição pessoal de Joseph Ratzinger à longa lista de erros do Vaticano II é a sua heresia da “Frankenchurch” (Igreja Frankenstein). Para ele, a Igreja é uma “comunhão”: um tipo de igreja ecumênica, uma única igreja mundial, a qual pertencem igualmente católicos cismáticos e hereges, onde cada um possui “elementos” da igreja de Cristo, seja “plena” ou “parcialmente”. Segundo seu catecismo, todos fazem parte de um grande e feliz “Povo de Deus”.
Para os defensores da Missa do Motu Proprio: “Não é necessário dizer que, a fim de experimentar plena comunhão, os sacerdotes das comunidades que aderem ao uso antigo não podem, por princípio, excluir celebrar de acordo com os novos livros. A exclusão total do novo rito não seria, de fato, coerente com o reconhecimento de seu valor e santidade” (Ratzinger).
E certamente há um preço a pagar.
De acordo com o Motu Proprio de Ratzinger e a sua carta adjunta, o Novus Ordo – o sacrilégio ecumênico, protestante, modernista, que destruiu a fé católica em todo o mundo – é a “expressão ordinária da lei da oração da Igreja Católica”. A Missa Tridentina do Motu Proprio – a verdadeira Missa – é meramente “extraordinária”. A nova e a antiga são simplesmente dois usos do mesmo rito romano. Se você aceita a Missa do Motu, você compra tudo isso e se converte em um membro assalariado da Igreja ecumênica mundialista de Ratzinger.
Os "tradicionalistas" que promoveram a Missa do Motu Proprio considerarão sua aprovação como uma clamorosa derrota para o modernismo. Na verdade, ocorreu outra coisa: com a Missa do Motu Proprio, os modernistas agora terão a colaboração dos tradicionalistas incautos em seu próprio programa subjetivista. O Papa São Pio X condenou o modernismo, porque (entre outras coisas) rejeitava o dogma e exaltava o “sentimento religioso” do fiel. E todos os pronunciamentos vaticanos que autorizam o uso da Missa Tradicional – desde o indulto de 1984 em diante – fazem-no sobre a base de categorias modernistas sorrateiras e subjetivas como “diferente sensibilidade”, “sentimentos”, “diversidade legítima”, “gosto”, “distintos carismas”, “expressões culturais”, “apego”, etc. 
Ratzinger toca agora repetidamente neste tema: “apego”, “afeição”, “cultura”, “familiaridade”, “elementos de identidade”, “caro a eles”, “atração”, “forma de encontro”, e “sacralidade que atrai”. Tudo se reduz ao subjetivo. Digam os tradicionalistas que o promoveram o que disserem. Para Ratzinger, a Missa do Motu Proprio simplesmente os converte em uma cor a mais em seu arco-íris do Vaticano II.

sábado, 18 de maio de 2019

428ª Nota - Revelação e Magistério Infalível



“...hay un magisterio ordinario universal infalible de todos los obispos con el Papa, jamás sin el Papa, el cual es infalible él solo, sin necesidad de aprobación de la Iglesia. Luego es la infalibilidad de Pedro y sus sucesores el mecanismo de seguridad que hace incorruptible la sustancia de la Revelación dejada por nuestro Señor a los Apóstoles, y no otro. Se le dijo a Pedro por nuestro Señor: Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo;  pero Yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y tú, una vez que hayas regresado, confirma a tus hermanos. Jesús ruega sólo por la fe de Pedro - luego el que dice que el sucesor de Pedro falla en la fe, reconociéndole como papa, blasfema contra Jesús, al decir que su oración no fue eficaz - y le encarga a Pedro confirmar a sus hermanos. No les encarga a sus hermanos que confirmen a Pedro, sino al revés. No le encarga a Lefebvre que confirme al Papa, sino al Papa que confirme a Lefebvre. Lefebvre, sin ninguna autoridad divina, ejerce de papa. La solución era fácil: si el que está sentado en la Silla de Pedro es hereje o yerra - como él mismo reconoce en múltiples ocasiones - no es el sucesor legítimo de Pedro, sino un impostor. Pero al reconocerle como papa, introduce una vieja herejía y deja en la incertidumbre a los verdaderos católicos sobre la incorruptibilidad de la Revelación a través de tantas luchas contra las herejías durante dos mil años. Se pierde la objetividad de la transmisión de la Revelación o sólo se mantiene, acaso en unos pocos de puro azar, de una forma fideista (error condenado por la Iglesia). Veámoslo así: ¿Era legítimo papa Clamente VII o Urbano VI? ¿Tenía razón el Papa Liberio o Arrio? ¿Tenía razón el Papa Alejandro VII o los jansenistas? ¿Tenía razón Martín Lutero o el Papa que le excomulgó en 1521? ¿Tenía razón Teodoto el Curtidor que defendió la herejía del adopcionismo o el Papa Victor I que lo condenó? Si se mantiene la herejía nada novedosa del lefebvrismo no podríamos saberlo, porque al reconocer que unos papas pueden ser herejes sin dejar de ser papas es imposible saber qué papas del pasado fueron herejes y cuáles no; la Revelación se habría corrompido porque el seguro de la infalibilidad puede fallar según Lefebvre, y siguen siendo papas.”
(Extraído do blogue Católicos Alerta)

427ª Nota - A Infalibilidade do Magistério Ordinário do Papa


Retengamos bien esto: El concilio Vaticano I no dice de ninguna manera que el Papa sería solamente infalible en sus definiciones solemnes. ¿Por qué? Simplemente porque el Papa es también infalible en su enseñanza de todos los días. Esto surge netamente de una puntualización de Monseñor D’Avanzo, el relator de la Diputación de la fe de Vaticano I: “La Iglesia es Infalible en su Magisterio ordinario, que es ejercido cotidianamente principalmente por el Papa, y por los obispos unidos a él, que por esta razón son, como él, infalibles de la infalibilidad de la Iglesia, que es asistida por el Espíritu Santo todos los días”.

Visto que ciertos teólogos y clérigos lefebvristas pseudocatólicos niegan la infalibilidad del Magisterio ordinario pontificio o la rebajan ignominiosamente, Pío XII reafirma netamente la infalibilidad permanente de los Pontífices: No puede afirmarse que las enseñanzas de las encíclicas no exijan de por sí nuestro asentimiento, pretextando que los Romanos Pontífices no ejercen en ellas la suprema majestad de su Magisterio. Pues son enseñanzas del Magisterio ordinario, para las cuales valen también aquellas palabras: El que a vosotros oye, a mí me oye; y la mayor parte de las veces, lo que se propone e inculca en las Encíclicas pertenece ya por otras razones al patrimonio de la doctrina católica. Y si los Sumos Pontífices, en sus constituciones, de propósito pronuncian una sentencia en materia hasta aquí disputada, es evidente que, según la intención y voluntad de los mismos Pontífices, esa cuestión ya no se puede tener como de libre discusión entre los teólogos (Encíclica Humani generis, 12 agosto de 1950).

Pío XII se yergue aquí contra las personas que bajo pretexto de que el Papa no enseñaría solemnemente, creen que tales escritos pueden contener opiniones contestables. Luego, las encíclicas y otros actos corrientes del “Magisterio ordinario”, dice Pío XII, son la voz de Cristo. Y como Cristo no miente jamás, estos textos son por la fuerza de las cosas siempre infalibles. La infalibilidad es luego permanente, de ninguna manera limitada a las definiciones solemnes puntuales.

Y el mismo Papa decía en otra ocasión: “Cuando se hace oír la voz del Magisterio de la Iglesia, tanto ordinario como extraordinario, recibidla con un oído atento y con un espíritu dócil” (Pío XII a los miembros del Angélico, enero 14 de 1958).
(Extraído do blogue Católicos Alerta)

426ª Nota - Leão XIII: encíclicas, magistério ordinário e extraordinário



El Papa León XIII manda a los católicos creer todo lo que enseña el Papa, nueva prueba de la infalibilidad permanente del soberano Pontífice: “Es necesario tener una adhesión inquebrantable a todo lo que los Pontífices Romanos han enseñado o enseñarán, y, todas las veces que las circunstancias lo exijan, hacer profesión pública” (León XIII: Encíclica Immortale Dei, noviembre de 1885). El Papa no hace ningún distingo entre Magisterio extraordinario u ordinario: “Todas las veces que la palabra de este Magisterio declara que tal o cual verdad hace parte del conjunto de la doctrina divinamente revelada, cada uno debe creer con certitud que eso es verdadero; pues si esto pudiera de alguna manera ser falso, se seguiría, lo que es evidentemente absurdo, que Dios mismo sería el autor del error de los hombres” (León XIII: Encíclica Satis cognitum, 29 junio de 1896).

Todas las encíclicas que condenan los errores modernos de 1789 son del dominio del Magisterio ordinario. Ahora bien, León XIII afirma que a este respecto, “cada uno debe atenerse al juicio de la Sede Apostólica y pensar como ella piensa. Si pues, en estas coyunturas tan difíciles (crisis de los católicos y de la sociedad), los católicos nos escuchan como hace falta, sabrán exactamente cuáles son los deberes de cada uno tanto en teoría como en práctica” (Inmortale Dei, 1.º noviembre de 1885). Luego, el Magisterio pontificio ordinario es infalible. El Papa es infalible cotidianamente.

La expresión infalibilidad cotidiana del Papa sorprende probablemente al lector, porque es raro leer una aseveración parecida en las revistas de las capillas o libros actuales. No obstante, esta interpretación de Vaticano I es realmente el reflejo de lo que el Papado mismo ha enseñado al respecto de la infalibilidad del Magisterio pontificio ordinario. Hemos citado ya Humani generis, citemos todavía otra interpretación auténtica de la definición de Vaticano I, que debería contar con la adhesión del lector, visto que ella emana de un Papa: “El Magisterio de la Iglesia, el cual, siguiendo el plan divino, ha sido establecido aquí abajo para que las verdades reveladas subsistan perpetuamente y que sean transmitidas fácilmente y seguramente al conocimiento de los hombres, se ejerce cada día por el Pontífice Romano y por los obispos” (Pío XI: Encíclica Mortalium animos, 6 enero de 1928).

Y en nuestro días, se cuentan con los dedos de la mano a los católicos que creen que la proposición “La Iglesia de la ciudad de Roma puede errar”, cuya afirmación es una herejía condenada ex cathedra, es falsa.
(Extraído do blogue Católicos Alerta)

425ª Nota - Dom Lefebvre e seus erros_3: consequências da negação da infalibilidade do Papa



En el siglo XV, como hemos visto, la Iglesia califica de “escandalosa y herética la proposición siguiente: “Ecclesiae urbis Romae errare potest”: la Iglesia de la ciudad de Roma puede errar.

¿Qué debe concluirse de la condenación de Pedro de Osma por Sixto IV? La Iglesia ha comprometido su infalibilidad (juicio ex cathedra del Pontífice Romano) para certificar esto: pretender que un Papa puede equivocarse es una herejía.

Uno de esos filósofos-cortesanos, Marsilio de Padua, también pretendía que el Papa era falible. Ahora bien, su tesis fue condenada también como herética. Condena que pende sobre los lefebvrianos.

Es sumamente perverso acudir a este D-1.839 para propagar la doctrina herética de unos “Papas” que puedan hablar como Doctores privados, es decir, contra cosas ya definidas. Porque la persona natural (Simón) que es el sujeto (subjectum) del Papado no sólo cae en herejía o apostasía si contraviene ese D-1.839 sino también, y con más razón, si de un modo constante o universal (¡nada de hereje solamente material!) contraviene con su enseñanza, sea el grado magisterial que se le quiera dar, a la verdad ya definida (porque alguien que se le reconoce como Papa legítimo, no puede hablar como doctor privado de Fe, Costumbres y Disciplinas ya definidas). Por tanto, el D-1.839 hay que comprenderlo en el contexto más amplio del D-1.819/20 y, sobre todo, del clarísimo D-1.836.

Por otra parte, una vez discriminado si nos las tenemos con un Papa o con un Usurpador de la Sede Apostólica, en el caso de reconocer a un Simón como Pedro, es necesario, bajo anatema, reconocer la autoridad, y no sólo la legitimidad, de dicho hombre reconocido como Papa. En tal caso, bajo anatema, nadie, puede arrogarse el derecho de discriminar, ni con la Tradición en la mano, los actos de magisterio, jurisdicción y gobierno particulares. Esto no es católico, y más se parece a las sectas acéfalas. El que sostiene que el Papa puede errar en la fe es hereje.

Las consecuencias de sostener esa doctrina herética de Mons. Lefebvre pueden ser varias. Sin ánimo de ser exhaustivos, veamos algunas: 1.ª) La más profunda herida causada a la Religión católica. Si creyésemos a Lefebvre, el católico no tendría ninguna certeza de que la Revelación del Hijo de Dios encarnado dada a sus apóstoles sea la misma que todos los papas hasta la muerte de Pío XII han transmitido. No tendríamos la seguridad de que esa Revelación no se haya corrompido en las batallas de miles de conflictos doctrinales durante la historia del cristianismo. Sí, sabríamos que Dios sumamente veraz se ha revelado por los medios que usa para manifestar su Revelación, especialmente los milagros, pero seríamos los más desgraciados de los hombres, porque no tendríamos ninguna certeza de lo que habría dicho con exactitud hace 2.000 años; lo cual sería sostener que la Revelación de Dios ha sido inútil. Podrá pensar alguien que tenemos las Sagradas Escrituras, a lo cual se puede responder: ¿Y quién las interpreta? ¿Lutero, Lefebvre, Zinglio, Döllinger, Pedro de Osma, Nestorio, o cada uno? Estaríamos en el libre examen de Lutero, y habría tantas congregaciones casi como personas, siendo la fragmentación la nota distintiva de que ninguna sería la iglesia Católica, que es Una. Por otra parte cuando fueron escritas las Sagradas Escrituras ya había perversión en la doctrina de algunos, como se lee en las Cartas de San Pablo, San Pedro, Santiago, San Juan y San Judas. La doctrina de Mons. Lefebvre es una muy grave enfermedad que deja sordo a aquel que necesita oír para saber la Revelación auténtica en cualquier época de la historia, después de que Cristo ascendió a los cielos. Niega, pues, los fundamentos lógicos para el conocimiento del mundo sobrenatural, arremetiendo contra la sana teología dogmática y fundamental católica. Es, pues, una herejía que es necesario extirpar; 2.ª) Enjaular en fraternidades o capillas y centros de misas de clerigus vagus, a las almas que habiendo recibido la buena semilla, “viene luego el diablo y se la saca del corazón para que no crean y se salven”. Porque, pregúntese cada cual cuándo dejó de creer aquello que de niño le enseñaron sus catequistas, a saber: que el Papa cuando habla como papa – que esto significa ex cathedra – es siempre infalible ¿No ocurrió ese cambio en su corazón al entrar en contacto con los lefebvristas? Pues, si así fuese, deduzca quién le sacó la buena semilla del corazón para que usted no crea y se salve; 3.ª) El escepticismo de muchos. Porque si los papas pudieran errar como dicen Pedro de Osma y los lefebvrianos con su fundador, algunos concluirían que tal vez no sólo estos seis últimos papas han errado, sino que probablemente haya habido muchos más en el transcurso de la historia, cuyas doctrinas falsas hayan podido ser transmitidas hasta el presente, teniendo razón, quizá, no ellos, sino los herejes condenados en su momento. Y que dada la imposibilidad de un revisionismo histórico de los miles de conflictos doctrinales habidos en el transcurso del tiempo, ya no podemos saber con certeza si el magisterio de Pío XII está en continuidad con la Revelación dejada por Cristo a sus discípulos. Ahora bien, el escepticismo no es otra cosa más que la desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo, lo cual es contrario a la fe, cuya certeza es superior a la ciencia. El peligro es grande, pues cuando no hay seguridad en la fe, o habiéndose destruido los fundamentos lógicos, se cae con facilidad en el fideísmo - condenado por la Iglesia - o el agnosticismo y quizá ateísmo, porque de la duda a la increencia hay un paso corto; 4.ª) El conciliarismo revivido, a saber, la superioridad del concilio sobre el papa - doctrina condenada - y aún peor, porque se trataría ahora con la doctrina de Lefebvre, ya no de la superioridad de un concilio, sino de la superioridad de una secta, una fraternidad, o de algunos iluminados sobre el Papa. Sería, pues, Monseñor Lefebvre a quien habría que preguntar cuál es el magisterio auténtico no sólo de los actuales usurpadores de la Sede de Pedro, sino del Papa san Liberio, o de Pío XI, ya que hemos visto que a él también le acusa. En fin, propone Lefebvre la vuelta a las doctrinas perversas condenadas ya por la Iglesia: galicanismo, husitismo, jansenismo, febronismo,  veterocatólicos, protestantismo, josefismo, centurarios de Magdeburgo, etc. Ahora bien, sabemos que el Vaticano I anatematiza a los que defienden que: “el primado de jurisdicción no fue dado de modo inmediato y directo a San Pedro, sino a la Iglesia, y por ella a él, como si él fuese constituido como ministro de la misma Iglesia” (D.S. 3.054-3.055). Pero también sabemos que Mons. Lefebrve se arroga en la práctica ese primado de jurisdicción al consagrar obispos contra la voluntad del antipapa Juan Pablo II - al que él reconoció como verdadero Vicario de Cristo en la tierra -, al constituir tribunales paralelos para la dispensa de votos religiosos, de impedimentos matrimoniales o declaración de nulidades matrimoniales, competencia exclusiva del Papa. Lefebvre actúa cual si fuera papa; 5.ª) La limitación de la infalibilidad del Papa al magisterio solemne. Lo que reduciría la infalibilidad de los papas a una quincena de veces en toda la Historia de la Iglesia. Algunos de los papas, nunca habrían tenido la oportunidad de ser infalibles porque jamás ejercieron su magisterio de forma solemne, según esta herética doctrina, que les viene muy bien a los conciliares, quienes podrían decir que, por ejemplo, ni Quo primum tempore, ni Syllabus ni la Pascendi son infalibles, ya que es un magisterio ordinario del Papa y no es solemne. ¡Para llorar!

De esta manera, la falsa doctrina de los lefebvrianos defiende a un hereje como “verdadero papa”, “válido” y la “unión” de los hombres “entre sí”, sin Dios, sin la subordinación jerárquica a Dios y al Vicario de Cristo. Es el “non serviam”.
(Extraído do blogue Católicos Alerta)

424ª Nota - Dom Lefebvre e seus erros_2: consequências da negação da infalibilidade do Papa



Monseñor Lefebvre niega, pues, la infalibilidad del Papa en sus decretos, y afirma que el Papa puede favorecer la ruina de la Iglesia, lo cual es una herejía condenada por la Iglesia.

En el siglo XV, la Iglesia califica de escandalosa y herética la proposición siguiente: “Ecclesiae urbis Romae errare potest”: la Iglesia de la ciudad de Roma puede errar. Esta proposición, extraída de las obras de un doctor español llamado Pedro de Osma, fue censurada el 15 de diciembre de 1476 por el vicario capitular de Zaragoza, y el 24 de mayo de 1478 por una comisión de teólogos presidida por el arzobispo de Toledo. El Papa Sixto IV confirma su sentencia por una definición ex cathedra“Nos, declaramos que las proposiciones precitadas son falsas, contrarias a la santa fe católica, erróneas, escandalosas, totalmente extrañas a la verdad de la fe, contrarias a los decretos de los santos padres y a las constituciones apostólicas y que ellas contienen una herejía manifiesta” (Sixto IV: Constitución Apostólica bajo la forma de bula Licet ea del 9 agosto de 1478).

Luego la doctrina de Monseñor Lefebvre contiene una herejía manifiesta, según el Papa Sixto IV. ¿Erró Sisto IV o Lefebrve? Para los lefebrvianos erró el Papa. Sin embargo, todo el que con Lefebvre sostiene esa doctrina contraria a la santa fe católica de forma pertinaz cae en herejía y sale fuera de la Iglesia. Y esa herejía ataca directamente la raíz de la Revelación y cual malévola savia es absorbida por las almas atrapadas en ese árbol malo que da malos frutos: el lefebvrismo.

Monseñor Lefebvre pone su obediencia “en la medida” en que él juzga los actos y enseñanzas del “juez supremo de los fieles”. Presenta un falso dilema: no acepta la vacancia porque el papa es sólo “malo”; ni acepta la obediencia al régimen de la Iglesia porque éste puede ser nocivo y peligroso. En ambos casos muestra su insumisión a las doctrinas católicas.

La “solución” lefevbrista es “compatibilizar” la asistencia divina al papa con la herejía pública y hasta con la apostasía en el papa. Es herético en grado extremo.

El anatema caído sobre Pedro de Osma recae sobre Mons. Lefebvre y sobre todos aquellos que defienden que el Papa puede errar. Por lo tanto, la doctrina de Mons. Lefebvre no es la doctrina de la Iglesia, a pesar de las apariencias de tradición en las ceremonias, sino de una secta, porque no conservó la fe católica sobre la constitución divina de la Iglesia. Comparar a Mons. Lefebvre con San Atanasio no deja de ser un insulto contra los santos, especialmente contra este gran doctor de la Iglesia.
(Extraído do blogue Católicos Alertas)

423ª Nota - Dom Lefebvre e seus erros_1: consequências da negação da infalibilidade do Papa



Vuelve a negar la infalibilidad de aquel que reconoce como papa, el cual, según él mismo dice,  puede arruinar a la Iglesia, lo que supone afirmar que la oración de Cristo por Pedro – Yo he rogado para que tu fe no desfallezca– no ha sido escuchada. ¡Si esto no es una blasfemia, qué lo será! Pero sigamos, y dejemos hablar a este neo galicano: “Unos dicen: los actos de Roma son tan malos que el papa no puede ser papa legítimo; es un intruso. Por lo tanto, no hay papa. Otros afirman: el papa no puede firmar decretos destructores de la fe; por lo tanto, estos actos son aceptables, se les debe sumisión. La Fraternidad no acepta ni una ni otra de estas dos soluciones. Apoyada en la historia de la Iglesia y en la doctrina de los teólogos ella piensa que el papa puede favorecer la ruina de la Iglesia escogiendo y dejando obrar a malos colaboradores, firmando decretos que no comprometen su infalibilidad pero que causan un daño considerable a la Iglesia (…)”.

Pero, para Mos. Lefebvre, no sólo caen para él en el error los papas conciliares, a los cuales él reconoce como verdaderos sumos pontífices, sino también Pío XI, lo cual es el colmo: …desgraciadamente, (Pío XI) era débil, muy débil, en la práctica de su gobierno, y más bien inclinado a aliarse algún tanto con este mundo. Destituyó no solamente al Padre Le Floch,...”

¿Quién era el P. Le Floch? Por su seguimiento a Maurras y por su apoyo a la Action Française, el espiritano Henri Le Floch, rector del Seminario Pontificio Francés, fue forzado a dimitir ante el Papa Pío XI. Recordemos que Action Française se presentaba como un grupo de “tradicionalistas, católicos y antimasones” que querían sujetar a la Iglesia al interés nacional, a los dictados del estado francés, pero rechazando la misión sobrenatural de la Iglesia y supeditándola a una “útil costumbre cultural del pueblo francés”. Su líder era un agnóstico declarado: Charles Maurras, quien diariamente fustigaba a la jerarquía eclesiástica francesa por su obediencia al Papado y que promovía un “conservadurismo positivista”, enemigo de la jerarquía y del Papado. Con el tiempo, fue influida e infiltrada por la Sinagoga judía para controlar la creciente corriente antimasónica francesa. Se enfrentó a la Iglesia en Francia, debido a que se desmontó y desenmascaró su contradictoria ideología. Los maurranianos eran herederos del movimiento “tradicionalista” iniciado décadas antes por un cardenal de Praga: Jacobo Shwarzenberg Arenberg, enemigo del Primado petrino y líder de los obispos contrarios a la infalibilidad papal en el Vaticano Primero.
(Extraído do blogue Católicos Alerta)

422ª Nota - Ai dos que elogiam ou não anatematizam os hereges



Sobrevenido el fruto podrido en la iglesia conciliar hasta el extremo de que su actual jefe es, en sí mismo, la evidencia más palpable de que esa secta no es la Iglesia católica, algunos han abandonado la fraternidad porque ya les resulta imposible seguir sosteniendo la falsa doctrina de su fundador. Bienvenidos, pues, al sedevacantismo contra el que tantas veces lucharon, y cuyo mismo nombre aún desprecian. Pero, no obstante, parece que el lefebvrismo imprime carácter en sus corazones, pues, a pesar de no reconocer como verdaderos papas a los últimos seis usurpadores, no desperdician cualquier oportunidad de elogiar a Mons. Lefebvre cual si fuera un nuevo San Atanasio, y aún no quieren reconocer que el halagado por ellos fue el renovador de una herejía antigua cuyas consecuencia hemos visto, y cuyos argumentos son irrefutables.

Mas han de saber estos aduladores de Lefebvre, sean clérigos vagos, seglares o miembros aún de la fundación que el Obispo hizo al final de su vida, que sobre ellos cae el anatema del I Concilio de Constantinopla, que si anatemiza a todos aquellos que no condenan a los herejes, ¿qué no diría si además los elogian agradecidos? He aquí el canon que recae sobre ellos, lo cual, según el CIC de 1917, hace que confeccionen los sacramentos ilícitamente, y alguno, inválidamente: “Si alguno no anatematiza a Arrio, Eunomio, Macedonio…, juntamente con sus impíos escritos, y a todos los demás herejes, condenados por la santa Iglesia Católica y Apostólica…, y a los que han pensado y piensan como los antedichos herejes y que permanecieron hasta el fin en su impiedad, ese tal sea anatema”. Así sentencia el Canon 11 del I Concilio de Constantinopla (D. 223) – Cuestión de “lapsus”.

La doctrina de Mons. Lefebrve es, pues, herética, además de cismática; deja a los fieles en la incertidumbre más absoluta sobre la posibilidad de conocer lo que Dios mismo reveló en su Hijo Jesucristo, y constituye, por tanto, un ataque a la raíz misma de la Constitución divina de la Iglesia y a la misma Revelación en que se apoya el edificio de nuestra Religión.

Pues, si lo que exponemos sobre la infalibilidad cotidiana del Papa, que Lefebvre niega, “pudiera de alguna manera ser falso, se seguiría, lo que es evidentemente absurdo, que Dios mismo sería el autor del error de los hombres” (León XIII: Encíclica Satis cognitum, 29 junio de 1896). Lefebvre, dice, pues, según las palabras del Papa León XIII, que Dios sería el causante del error, lo cual sería una blasfemia, además.

Hubo sí, un arzobispo católico, pero no fue Lefebrve, sino Mons. Ngo Dinh Thuc Pierre Martin que hizo lo que debía haber hecho el episcopado católico, y no hizo: declarar que quien estaba sentado sobre la Sede de Pedro, no era Pedro, porque erraba y pronunciaba herejías, sino un usurpador, y que, por ende, la Sede de Pedro estaba vacante. No queremos dar culto de latría ni de dulía a Mons. Thuc, no somos thucistas, sino católicos, pero sí afirmamos que fue el único obispo que mantuvo, al menos durante un tiempo, la verdadera doctrina católica, por lo cual al estar la Sede vacante y en riesgo la sucesión apostólica en la Iglesia Católica de Rito Latino, consagró válida y lícitamente a varios obispos. Más no por eso le subimos a una peana y le sacamos en procesión, y ni siquiera lo elogiamos. Ese arzobispo fue Monseñor Thuc, Titular de Bulla Regia, entre 1968-1984, al cual infaman, calumnian y odian  muchos defensores de la herejía sostenida por Mons. Lefebvre. Éste, amparándose en la defensa del rito tradicional de la Misa católica, atacó los fundamentos mismos de la demostración de la racionabilidad de la Fe y la Revelación tras la muerte del último de los apóstoles, para cual no dudo en intentar negar la misma certidumbre de la Revelación. Ay, ay, aduladores, no, no somos thucistas, sino sólo católicos ¿y ustedes? Aparentan ser católicos, pero no, en realidad son lefebvrianos.
(Extraído do blogue Católicos Alerta)

421ª Nota - Santo Roberto Belarmino sobre a negação de São Pedro



Cuando San Pedro negó a Cristo, aún no había comenzado a ser el Sumo Pontífice, porque es cierto que Cristo le entregó el gobierno eclesiástico en el último capítulo de Juan, ya que el Señor le dijo después de la resurrección: “Simón, hijo de Juan, apacienta a mis ovejas”. Por lo tanto, esa negación de Pedro no puede ser contada entre los errores de los romanos pontífices. Además, agrego que Pedro negó a Cristo con palabras, pero no verdaderamente en su corazón: por lo tanto, Pedro no rechazó la confesión de fe, ni la fe misma, como mostramos anteriormente (St. Robert Bellarmine, Sobre el Romano Pontífice, volumen 2, traducción de Ryan Grant [Mediatrix Press, 2016], Libro IV, Capítulo 8, pág. 175).

El Concilio Vaticano I enseñó lo mismo: “Y solo en Simón Pedro, Jesús, después de su resurrección, confirió la jurisdicción del más alto pastor y rector a todo su redil, diciendo: ‘Apacienta a mis corderos’, ‘Apacienta a mis ovejas’ [Jn 21: 15ff. ]” (Pastor Aeternus, Capítulo 1; Denz. 1.822).

Como explicó el Concilio Vaticano I, “el Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro no para que pudieran, por Su revelación, dar a conocer alguna nueva doctrina, sino que, con Su ayuda, pudieran custodiar religiosamente y exponer fielmente la revelación”. “O depósito de la Fe transmitida por los apostoles” (Constitución Pastor Aeternus, Capítulo 4). El poder del soberano pontífice está así regulado por la Revelación, y las palabras que San Pablo se aplicó a sí mismo también pueden aplicarse a él: “Pero aunque nosotros, o un ángel del cielo, predicáramos  un evangelio diferente del que hemos predicado a ti, sea anatema” (Gál. 1, 8).

En este párrafo vemos a los lefebvristas perpetuar y propagar un grave error dobre el significado de este pasaje del Capítulo 4 de la  Pastor Aeternus. Una y otra vez, ellos y aquéllos que repiten su argumentación afirman que este pasaje regula o condiciona el Magisterio del Papa de manera normativa. En otras palabras, están diciendo que el concilio enseña que el Papa no debe enseñar nada en desacuerdo con la Revelación Divina, pero que, sin embargo, puede muy bien de hacerlo.

La verdad es, como hemos señalado anteriormente en este sitio web, que el Vaticano I está enseñando que el Papa no puede hacerlo, precisamente porque no se le dio el Espíritu Santo por la difusión de la herejía sino por la difusión de la verdad revelada  por Dios. En otras palabras, el pasaje en cuestión no es normativo sino descriptivo. El contexto dado en el Capítulo 4 de la Pastor Aeternus establece las prerrogativas y la singularidad del Papado, protegido por el Espíritu Santo. ¿Qué clase de protección divina proporcionaría el Espíritu Santo si el Papa meramente “no deba” inventar nuevas doctrinas pero, sin embargo, es muy capaz de hacerlo? ¿No sería eso también cierto para el empleado de su tienda de comestibles local y el malhumorado conductor de autobús en su viaje matutino? ¿Significa que “no debe” inventar un nuevo evangelio, pero es capaz de hacer precisamente eso?

Es evidente, por lo tanto, que el Vaticano I enseña, no que el Papa no debe enseñar nueva (o falsa) doctrina, sino que en realidad no lo va ha hacer [por Ia protecciōn divina]. Ese es el significado de la asistencia especial del Espíritu Santo al Papa. Por lo tanto, podemos decir que la doctrina del concilio acerca de la asistencia del Espíritu Santo al Papa es descriptiva: describe una verdad sobre el Papado, y no meramente normativa, o sea que establece una norma que se espera que el Papa siga. El Espíritu Santo actúa a priori: antes de que el Papa haga algo, le  impide enseñar o legislar errores graves como la herejía, no a posteriori, con ayuda de la SSPX (o de cualquier otra persona) que corrija su magisterio después de hecho.

[Es] dar prueba de una sumisión que dista mucho de ser sincera, establecer algún tipo de oposición entre un pontífice y otro. Aquéllos que, frente a dos directivas diferentes, rechazan la presente para aferrarse al pasado, no están dando prueba de obediencia a la autoridad que tiene el derecho y el deber de guiarlos; y de alguna manera se asemejan a quienes, al recibir una condena, desearían apelar a un Concilio futuro, o a un Papa que esté mejor informado (Papa León XIII, Carta Apostólica Epistola Tua).

En pocas palabras, la verdad sobre el canon vicentino es la siguiente: San Vicente propuso su regla de adherirse a lo que siempre se ha creído y en todas partes sólo como un criterio para los casos que la Iglesia aún no había resuelto a través de su Magisterio. Por lo tanto, el Canon de San Vicente nunca puede ser usado contra el Magisterio.

Los llamados herejes viejos católicos que rechazaron el dogma de la infalibilidad papal en 1870 lo hicieron utilizando la misma falsa argumentación sobre el canon vicentino que la SSPX está usando hoy.
(Extraído do blogue Católicos Alerta)

sábado, 4 de maio de 2019

420ª Nota - Falha fatal? (Mais estultices dos "teólogos" neoconservadores da FSSPX)



No site Fatima Center, o Sr. Ferrara atacou os sedevacantistas pelo que ele chama de autocontradição, uma “falha fatal” em seu pensamento. Ele primeiro resume com precisão a posição sedevacantista: “Assim, de acordo com o pensamento sedevacantista, não se pode legitimamente reconhecer e resistir a um verdadeiro Papa, porque embora nem todo ato magisterial papal seja infalível, todo ato magisterial papal é (1) autoritativo, (2) vinculativo às consciências, (3) seguro de seguir, e (4) livre de erro pernicioso. [ênfase adicionada]

Ele então passa a atacar essa posição como contendo uma contradição: “O que os sedevacantistas estão realmente dizendo, então, é que um papa que erra em seu ensino sobre uma questão de fé e moral, uma vez, deixa de ser papa (ou nunca foi papa) porque todo exercício do magistério papal deve ser livre de erro”.

Observe que a palavra perniciosa desapareceu. Ao deixar esta palavra de fora, o Sr. Ferrara manifestou que ele não entende todo o ponto do argumento sedevacantista.

Estamos dizendo que o magistério papal não infalível é de fato falível, mas que, se ele errar, não pode ensinar ou comandar algo que é perverso ou pernicioso, isto é, algo contrário à doutrina ou à moral católica. Ele não pode ensinar uma doutrina que é contrária aos ensinamentos da Igreja, nem pode ensinar algo condenado pela Igreja. O papa pode ensinar, por exemplo, que a lua é feita de queijo verde, mas ele não pode ensinar que as religiões não católicas são meios de salvação. E eu desafio os neocons a produzir um único ponto de magistério pontifício que viole esta regra.

Esta não é uma questão de infalibilidade, mas de indefectibilidade, que tem um objeto muito mais amplo do que a infalibilidade. A infalibilidade tem como objeto verdades imutáveis ​​e irreformáveis. A indefectibilidade tem por objeto não apenas a doutrina, mas também a disciplina, de tal maneira que a Igreja jamais possa ensinar, prescrever ou comandar algo contrário à doutrina católica, ímpia, má ou perniciosa. Embora este dom da indefectibilidade não preserve o Papa do erro em seus ensinamentos não infalíveis – o que chamamos de magistério pontifício ou autêntico –, ainda assim o preserva e a Igreja universal em geral de exigir que o fiel concorde com qualquer doutrina perniciosa, ou observe qualquer disciplina que seria pecado observar. 

Papa Gregório XVI ensinou isso mesmo em sua encíclica Quo graviora de 1833: É possível que a Igreja, que é o pilar e a base da verdade, e que recebe continuamente do Espírito Santo o ensino de toda a verdade, possa ordenar, conceder ou permitir o que se tornaria em detrimento da salvação das almas, ao desprezo e dano de um sacramento instituído por Cristo? Não seria a insanidade mais insolente, como disse Agostinho, questionar se algo que a Igreja universal faz em todo o mundo deveria ser feito ou não?

Papa Leão XIII, em sua encíclica Sapientiæ christianæ disse: Portanto, pertence ao Papa julgar com autoridade as coisas que os oráculos sagrados contêm, bem como quais doutrinas estão em harmonia e o que está em desacordo com elas; e também, pela mesma razão, mostrar quais coisas devem ser aceitas como certas, e o que ser rejeitado como inútil; o que é necessário fazer e o que evitar fazer, a fim de alcançar a salvação eterna. Pois, do contrário, não haveria intérprete certo dos mandamentos de Deus, nem haveria um guia seguro mostrando ao homem como ele deveria viver.

O Sr. Ferrara está confundindo a infalibilidade positiva com a infalibilidade negativa, uma distinção feita pelos teólogos. A primeiro é o que diz respeito às suas declarações solenes, como a Imaculada Conceição, que são objeto de fé divina e católica. A segunda refere-se ao seu ensinamento não infalível, como o magistério pontifício, que não está isento de erros, exceto pelo fato de não poder exigir assentimento religioso ao ensino doutrinário ou moral que seria contrário à doutrina católica, ou comandar uma disciplina que seria pecaminosa observar.

Qualquer coisa que se enquadre na categoria de magistério pontifício, isto é, o ensino papal não infalível, requer algo chamado assentimento religioso, que, embora não seja o assentimento da fé, é um assentimento feito de obediência ao Pontífice como Mestre Supremo. Em outras palavras, não podemos alegremente “explodir” porque não concordamos com isso. Além disso, embora esses ensinamentos possam ser errôneos, eles não podem conter um erro pernicioso, isto é, algo pecaminoso a ser aceito ou observado.

O Papa Pio XI disse em sua encíclica Casti connubii: Mal ficaria, efetivamente, a qualquer cristão digno deste nome o fiar-se na sua inteligência soberbamente a ponto de querer acreditar só nas verdades cuja natureza intrínseca venha a conhecer por si, o julgar que a Igreja, por Deus destinada para mestra e orientadora de todos os povos, não está suficientemente esclarecida quanto às coisas e circunstâncias modernas, ou então o não prestar-lhe assentimento e obediência senão no que impõe por meio de definições mais solenes, como se fosse lícito pensar que suas outras decisões pudessem ter-se como falsas ou não robustecidas por motivos suficientes de verdade e honestidade. Ao contrário, é próprio de qualquer verdadeiro e fiel cristão, sábio ou ignorante, deixar-se dirigir e guiar pela Santa Igreja de Deus em tudo o que respeita à fé e aos costumes, por meio do seu Supremo Pastor, o Pontífice Romano, que, por sua vez, é dirigido por Jesus Cristo Nosso Senhor.

O Papa Pio XII disse na encíclica Humani generis: Também não se deve pensar que o que é exposto nas Cartas Encíclicas não exija por si só consentimento, visto que ao escrever tais Cartas os Papas não exercem o poder supremo de sua autoridade de ensino. Pois estes assuntos são ensinados com a autoridade ordinária de ensino, da qual é verdade dizer: "Quem vos ouve, ouve-me".

Eu dei estas longas citações dos Romanos Pontífices para mostrar que minhas afirmações sobre o magistério não infalível não foram "tiradas de um chapéu". Cardeal Franzelin, um teólogo muito proeminente do século XIX, que era o principal teólogo no Concílio Vaticano de 1870, resumiu assim: “Neste tipo de declarações [que não são feitas com a intenção de vincular infalivelmente por uma sentença definitiva], não há a verdade infalível da doutrina, pois, neste caso, não havia a vontade de ligar; mas existe uma segurança infalível da doutrina, em razão da qual todos os católicos podem abraçá-la com segurança, e não é seguro, nem pode ser livre da violação da submissão devida ao Supremo Magistério, que eles devem se recusar a aceitá-la”. [ênfase adicionada]

Reduzir a Igreja Católica a uma igreja protestante. 

Embora o Sr. Ferrara tenha boa vontade, sem dúvida, e esteja fazendo o melhor que pode para entender o problema atual de um "magistério" divergente, o que ele está propondo é a redução da Igreja Católica para uma igreja protestante.

Reitero: Seria contrário ao próprio propósito da fundação da Igreja Católica por Nosso Senhor Jesus Cristo, e à assistência que Ele prometeu a Ela, se fosse capaz, através de seus ensinos e práticas universais, de conduzir as almas ao inferno por erro pernicioso e/ou leis e disciplinas pecaminosas.

Por outro lado, os protestantes veem seus pregadores e hierarquias como seres humanos que não são auxiliados por Cristo, mas que simplesmente nos propõem o que eles pensam ser doutrina verdadeira e moral sadia. Cabe ao indivíduo decidir se ele acha que seu ensino está em conformidade com as Escrituras ou não. Por essa razão, não há unidade de fé entre os protestantes. É uma religião sem dogma, sendo o dogma o único domínio do indivíduo. Por esta razão, apesar da variedade de suas seitas, eles estão todos em comunhão entre si como “cristãos”. Isto significa que, apesar de suas diferenças doutrinárias, no final não importa, já que a doutrina é a sua decisão, e não a da Igreja. Essa é a alma do protestantismo.

Reconhecendo como a verdadeira hierarquia católica os “Papas” do Vaticano II, as pessoas que reconhecem e resistem estão protestando contra a Igreja Católica, tratando a hierarquia da mesma maneira que a dos protestantes. O Papa propõe uma doutrina, depois vemos se está de acordo com a Tradição. Se não, então a rejeitamos de imediato, mas, ao mesmo tempo, reconhecemos que o Papa errante é a cabeça da Igreja, Vigário de Cristo na terra.

A posição sedevacantista, por outro lado, insiste que, se há um desvio da doutrina católica nos ensinamentos e disciplinas de um Romano Pontífice, é um sinal infalível – como fumaça de fogo – que ele não possui, por alguma razão, a assistência de Cristo e, portanto, não pode ser um verdadeiro Romano Pontífice. É um sinal infalível, pois a indefectibilidade da Igreja é um dogma de fé da Igreja.

Somente esta posição preserva a natureza da Igreja Católica, que é uma organização sobrenatural da qual as doutrinas e disciplinas universalmente ensinadas e prescritas podem e devem também ser aceitas como sendo seguras e favoráveis ​​à salvação. Negue isso e você destrói a Igreja Católica.

(28 de março de 2019, por dom Sanborn)

sábado, 6 de abril de 2019

419ª Nota - Pio IX sobre o venerável Papa Libério


“...os arianos acusaram falsamente Libério, também nosso predecessor, ante o imperador Constantino, porque Libério se negou a condenar Santa Atanásio, bispo de Alexandria, e se negou a apoiar sua heresia”  
(Encíclica Quartus Supra, n. 16).

418ª Nota - Pio XI contradiz a FSSPX


"Por tanto, que los fieles también estén en guardia contra la independencia sobrevalorada del juicio privado y esa falsa autonomía de la razón humana. Porque es bastante extraño para todos los que llevan el nombre cristiano confiar en sus propios poderes mentales con tanto orgullo como para estar de acuerdo sólo con las cosas que él puede examinar en su fuero interno, e imaginar que la Iglesia, enviada por Dios para enseñar y guiar a todas las naciones, no está familiarizado con los asuntos y circunstancias actuales; o incluso que deben  obedecer sólo en aquellos asuntos que ella ha decretado por definición solemne como si sus otras decisiones pudieran considerarse falsas o que presentaran motivos insuficientes para la verdad y la honestidad. Muy por el contrario, una característica de todos los verdaderos seguidores de Cristo, sin restricciones, es dejarse guiar y conducir en todas las cosas que afectan a la Fe o la moral de la Santa Iglesia de Dios por medio de su Pastor Supremo, el Romano Pontífice, quien es guiado por Jesucristo nuestro Señor."

(Papa Pio XI,  Encíclica Casti Connubii, n. 104)

417ª Nota - A Igreja Católica é incorrupta e nunca foi nem será contaminada pelo erro ou pelo pecado


“Y, ciertamente, esta piadosa Madre brilla sin mancha alguna en los sacramentos, con los que engendra y alimenta a sus hijos; en la fe, que en todo tiempo conserva incontaminada; en las santísimas leyes, con que a todos manda, y en los consejos evangélicos, con que amonesta; y, finalmente, en los celestiales dones y carismas con los que, inagotable en su fecundidad, da a luz incontables ejércitos de mártires, vírgenes y confesores. Y no se le puede imputar a ella si algunos de sus miembros yacen postrados, enfermos o heridos, en cuyo nombre pide ella a Dios todos los días: Perdónanos nuestras deudas, y a cuyo cuidado espiritual se aplica sin descanso con ánimo maternal y esforzado” (Papa Pío XII, Encíclica Mystici Corporis, n. 66).

“Durante el transcurso de los siglos, la Esposa mística de Cristo nunca ha sido contaminada, ni ella puede ser contaminada en el futuro, como lo demuestra Cipriano: ‘La Novia de Cristo no puede ser falsa para su Esposa: es incorrupta y modesta. Ella sabe, pero una sola morada, que guarda la santidad de la cámara nupcial con castidad y modéstia’” (Papa Pío XI, Encíclica Mortalium Animos, n. 10).

416ª Nota - O Papa está acima do Direito Canônico


Para sustentar esta doutrina, deve ser suficiente a citação do Papa Bento XIV: "O Papa é superior ao Direito Canônico". 

Agora, é claro que a questão de um "papa herético" envolve a lei divina. Mas o Direito Canônico fornece determinações suplementares, que se relacionam, como tal, à lei eclesiástica e não à lei divina. Como resultado, as determinações que se encontram no Código de Direito Canônico sobre as sanções impostas aos hereges com respeito à perda de cargos eclesiásticos não podem ser usadas contra o Papa.

O Pontífice Soberano nunca pode ser sujeito a qualquer censura, se imposta por outro, pois ele não tem nenhum superior nesta terra, ou por ele mesmo, o que implicaria uma contradição.

De um modo semelhante Wernz-Vidal escreve: "Como as censuras não podem vincular aqueles que não estão sujeitos à jurisdição ordinária ou delegada de um prelado que inflige a censura, segue-se que nenhum superior eclesiástico pode incorrer em uma censura imposta a si mesmo, porque ninguém é seu próprio assunto. Assim, o Romano Pontífice, enquanto ele é o Romano Pontífice, não pode estar ligado por censuras eclesiásticas; na verdade, ele não tem um superior neste mundo".


E o padre Cappello afirma: "O Papa goza de autoridade eclesiástica universal, tanto extensiva como intensiva. Ele está, na verdade, acima do Direito Canônico; e sua autoridade não se limita de forma alguma aos decretos dos Concílios e dos Estatutos dos Santos Padres, como os Galicanos erroneamente afirmaram".

415ª Nota - Que é o Magistério da Igreja?


¿Qué es el Magisterio? (Ref. Salaberri, De Ecclesia l. 2 tesis 12, n. 504, p. 655. Ed. BAC): Munus tradendi Doctrinam a legitima auctoritate (El cargo o función de la legítima autoridad de trasmitir la Doctrina).
Esto supone dos cosas:
- En el Maestro: La potestad y el oficio de trasmitir la Doctrina (luego, la Verdad);
- En los discípulos: La obligación y el derecho de recibir la instrucción (porque no puede no ser verdad lo que enseña el Magisterio auténtico = oficio de enseñar la Doctrina).
Basta entonces con que el que detenta la Autoridad Magisterial manifieste la voluntad de enseñar trasmitiendo la Doctrina para que los discípulos estén obligados al asentimiento, sinó nunca sabríamos cuándo debemos creer o a qué cosas.
El Magisterio no yerra porque tenga razón (que sí la tiene) sinó porque no puede errar ya que obligaría a otros al error.
Dice el papa León XIII: “Si (el Magisterio) que enseña pudiera ser falso de alguna manera, Dios mismo sería autor del error en el hombre, lo que claramente repugna” (Acta Apostolicae Sedis 28, 721).
(Mons. Andrés Morello)