"Por tanto, que los
fieles también estén en guardia contra la independencia sobrevalorada del
juicio privado y esa falsa autonomía de la razón humana.
Porque es bastante extraño para todos los que llevan el nombre
cristiano confiar en sus propios poderes mentales con tanto orgullo como
para estar de acuerdo sólo con las cosas que él puede examinar en su fuero
interno, e imaginar que la Iglesia, enviada por Dios para enseñar y guiar a
todas las naciones, no está familiarizado con los asuntos y circunstancias
actuales; o incluso que deben obedecer sólo en aquellos asuntos que
ella ha decretado por definición solemne como si sus otras decisiones pudieran
considerarse falsas o que presentaran motivos insuficientes para la verdad y la
honestidad. Muy por el contrario, una característica de todos los
verdaderos seguidores de Cristo, sin restricciones, es dejarse
guiar y conducir en todas las cosas que afectan a la Fe o la moral de la Santa
Iglesia de Dios por medio de su Pastor Supremo, el Romano Pontífice, quien es
guiado por Jesucristo nuestro Señor."
(Papa Pio XI, Encíclica Casti
Connubii, n. 104)