sábado, 18 de maio de 2019

424ª Nota - Dom Lefebvre e seus erros_2: consequências da negação da infalibilidade do Papa



Monseñor Lefebvre niega, pues, la infalibilidad del Papa en sus decretos, y afirma que el Papa puede favorecer la ruina de la Iglesia, lo cual es una herejía condenada por la Iglesia.

En el siglo XV, la Iglesia califica de escandalosa y herética la proposición siguiente: “Ecclesiae urbis Romae errare potest”: la Iglesia de la ciudad de Roma puede errar. Esta proposición, extraída de las obras de un doctor español llamado Pedro de Osma, fue censurada el 15 de diciembre de 1476 por el vicario capitular de Zaragoza, y el 24 de mayo de 1478 por una comisión de teólogos presidida por el arzobispo de Toledo. El Papa Sixto IV confirma su sentencia por una definición ex cathedra“Nos, declaramos que las proposiciones precitadas son falsas, contrarias a la santa fe católica, erróneas, escandalosas, totalmente extrañas a la verdad de la fe, contrarias a los decretos de los santos padres y a las constituciones apostólicas y que ellas contienen una herejía manifiesta” (Sixto IV: Constitución Apostólica bajo la forma de bula Licet ea del 9 agosto de 1478).

Luego la doctrina de Monseñor Lefebvre contiene una herejía manifiesta, según el Papa Sixto IV. ¿Erró Sisto IV o Lefebrve? Para los lefebrvianos erró el Papa. Sin embargo, todo el que con Lefebvre sostiene esa doctrina contraria a la santa fe católica de forma pertinaz cae en herejía y sale fuera de la Iglesia. Y esa herejía ataca directamente la raíz de la Revelación y cual malévola savia es absorbida por las almas atrapadas en ese árbol malo que da malos frutos: el lefebvrismo.

Monseñor Lefebvre pone su obediencia “en la medida” en que él juzga los actos y enseñanzas del “juez supremo de los fieles”. Presenta un falso dilema: no acepta la vacancia porque el papa es sólo “malo”; ni acepta la obediencia al régimen de la Iglesia porque éste puede ser nocivo y peligroso. En ambos casos muestra su insumisión a las doctrinas católicas.

La “solución” lefevbrista es “compatibilizar” la asistencia divina al papa con la herejía pública y hasta con la apostasía en el papa. Es herético en grado extremo.

El anatema caído sobre Pedro de Osma recae sobre Mons. Lefebvre y sobre todos aquellos que defienden que el Papa puede errar. Por lo tanto, la doctrina de Mons. Lefebvre no es la doctrina de la Iglesia, a pesar de las apariencias de tradición en las ceremonias, sino de una secta, porque no conservó la fe católica sobre la constitución divina de la Iglesia. Comparar a Mons. Lefebvre con San Atanasio no deja de ser un insulto contra los santos, especialmente contra este gran doctor de la Iglesia.
(Extraído do blogue Católicos Alertas)

423ª Nota - Dom Lefebvre e seus erros_1: consequências da negação da infalibilidade do Papa



Vuelve a negar la infalibilidad de aquel que reconoce como papa, el cual, según él mismo dice,  puede arruinar a la Iglesia, lo que supone afirmar que la oración de Cristo por Pedro – Yo he rogado para que tu fe no desfallezca– no ha sido escuchada. ¡Si esto no es una blasfemia, qué lo será! Pero sigamos, y dejemos hablar a este neo galicano: “Unos dicen: los actos de Roma son tan malos que el papa no puede ser papa legítimo; es un intruso. Por lo tanto, no hay papa. Otros afirman: el papa no puede firmar decretos destructores de la fe; por lo tanto, estos actos son aceptables, se les debe sumisión. La Fraternidad no acepta ni una ni otra de estas dos soluciones. Apoyada en la historia de la Iglesia y en la doctrina de los teólogos ella piensa que el papa puede favorecer la ruina de la Iglesia escogiendo y dejando obrar a malos colaboradores, firmando decretos que no comprometen su infalibilidad pero que causan un daño considerable a la Iglesia (…)”.

Pero, para Mos. Lefebvre, no sólo caen para él en el error los papas conciliares, a los cuales él reconoce como verdaderos sumos pontífices, sino también Pío XI, lo cual es el colmo: …desgraciadamente, (Pío XI) era débil, muy débil, en la práctica de su gobierno, y más bien inclinado a aliarse algún tanto con este mundo. Destituyó no solamente al Padre Le Floch,...”

¿Quién era el P. Le Floch? Por su seguimiento a Maurras y por su apoyo a la Action Française, el espiritano Henri Le Floch, rector del Seminario Pontificio Francés, fue forzado a dimitir ante el Papa Pío XI. Recordemos que Action Française se presentaba como un grupo de “tradicionalistas, católicos y antimasones” que querían sujetar a la Iglesia al interés nacional, a los dictados del estado francés, pero rechazando la misión sobrenatural de la Iglesia y supeditándola a una “útil costumbre cultural del pueblo francés”. Su líder era un agnóstico declarado: Charles Maurras, quien diariamente fustigaba a la jerarquía eclesiástica francesa por su obediencia al Papado y que promovía un “conservadurismo positivista”, enemigo de la jerarquía y del Papado. Con el tiempo, fue influida e infiltrada por la Sinagoga judía para controlar la creciente corriente antimasónica francesa. Se enfrentó a la Iglesia en Francia, debido a que se desmontó y desenmascaró su contradictoria ideología. Los maurranianos eran herederos del movimiento “tradicionalista” iniciado décadas antes por un cardenal de Praga: Jacobo Shwarzenberg Arenberg, enemigo del Primado petrino y líder de los obispos contrarios a la infalibilidad papal en el Vaticano Primero.
(Extraído do blogue Católicos Alerta)

422ª Nota - Ai dos que elogiam ou não anatematizam os hereges



Sobrevenido el fruto podrido en la iglesia conciliar hasta el extremo de que su actual jefe es, en sí mismo, la evidencia más palpable de que esa secta no es la Iglesia católica, algunos han abandonado la fraternidad porque ya les resulta imposible seguir sosteniendo la falsa doctrina de su fundador. Bienvenidos, pues, al sedevacantismo contra el que tantas veces lucharon, y cuyo mismo nombre aún desprecian. Pero, no obstante, parece que el lefebvrismo imprime carácter en sus corazones, pues, a pesar de no reconocer como verdaderos papas a los últimos seis usurpadores, no desperdician cualquier oportunidad de elogiar a Mons. Lefebvre cual si fuera un nuevo San Atanasio, y aún no quieren reconocer que el halagado por ellos fue el renovador de una herejía antigua cuyas consecuencia hemos visto, y cuyos argumentos son irrefutables.

Mas han de saber estos aduladores de Lefebvre, sean clérigos vagos, seglares o miembros aún de la fundación que el Obispo hizo al final de su vida, que sobre ellos cae el anatema del I Concilio de Constantinopla, que si anatemiza a todos aquellos que no condenan a los herejes, ¿qué no diría si además los elogian agradecidos? He aquí el canon que recae sobre ellos, lo cual, según el CIC de 1917, hace que confeccionen los sacramentos ilícitamente, y alguno, inválidamente: “Si alguno no anatematiza a Arrio, Eunomio, Macedonio…, juntamente con sus impíos escritos, y a todos los demás herejes, condenados por la santa Iglesia Católica y Apostólica…, y a los que han pensado y piensan como los antedichos herejes y que permanecieron hasta el fin en su impiedad, ese tal sea anatema”. Así sentencia el Canon 11 del I Concilio de Constantinopla (D. 223) – Cuestión de “lapsus”.

La doctrina de Mons. Lefebrve es, pues, herética, además de cismática; deja a los fieles en la incertidumbre más absoluta sobre la posibilidad de conocer lo que Dios mismo reveló en su Hijo Jesucristo, y constituye, por tanto, un ataque a la raíz misma de la Constitución divina de la Iglesia y a la misma Revelación en que se apoya el edificio de nuestra Religión.

Pues, si lo que exponemos sobre la infalibilidad cotidiana del Papa, que Lefebvre niega, “pudiera de alguna manera ser falso, se seguiría, lo que es evidentemente absurdo, que Dios mismo sería el autor del error de los hombres” (León XIII: Encíclica Satis cognitum, 29 junio de 1896). Lefebvre, dice, pues, según las palabras del Papa León XIII, que Dios sería el causante del error, lo cual sería una blasfemia, además.

Hubo sí, un arzobispo católico, pero no fue Lefebrve, sino Mons. Ngo Dinh Thuc Pierre Martin que hizo lo que debía haber hecho el episcopado católico, y no hizo: declarar que quien estaba sentado sobre la Sede de Pedro, no era Pedro, porque erraba y pronunciaba herejías, sino un usurpador, y que, por ende, la Sede de Pedro estaba vacante. No queremos dar culto de latría ni de dulía a Mons. Thuc, no somos thucistas, sino católicos, pero sí afirmamos que fue el único obispo que mantuvo, al menos durante un tiempo, la verdadera doctrina católica, por lo cual al estar la Sede vacante y en riesgo la sucesión apostólica en la Iglesia Católica de Rito Latino, consagró válida y lícitamente a varios obispos. Más no por eso le subimos a una peana y le sacamos en procesión, y ni siquiera lo elogiamos. Ese arzobispo fue Monseñor Thuc, Titular de Bulla Regia, entre 1968-1984, al cual infaman, calumnian y odian  muchos defensores de la herejía sostenida por Mons. Lefebvre. Éste, amparándose en la defensa del rito tradicional de la Misa católica, atacó los fundamentos mismos de la demostración de la racionabilidad de la Fe y la Revelación tras la muerte del último de los apóstoles, para cual no dudo en intentar negar la misma certidumbre de la Revelación. Ay, ay, aduladores, no, no somos thucistas, sino sólo católicos ¿y ustedes? Aparentan ser católicos, pero no, en realidad son lefebvrianos.
(Extraído do blogue Católicos Alerta)

421ª Nota - Santo Roberto Belarmino sobre a negação de São Pedro



Cuando San Pedro negó a Cristo, aún no había comenzado a ser el Sumo Pontífice, porque es cierto que Cristo le entregó el gobierno eclesiástico en el último capítulo de Juan, ya que el Señor le dijo después de la resurrección: “Simón, hijo de Juan, apacienta a mis ovejas”. Por lo tanto, esa negación de Pedro no puede ser contada entre los errores de los romanos pontífices. Además, agrego que Pedro negó a Cristo con palabras, pero no verdaderamente en su corazón: por lo tanto, Pedro no rechazó la confesión de fe, ni la fe misma, como mostramos anteriormente (St. Robert Bellarmine, Sobre el Romano Pontífice, volumen 2, traducción de Ryan Grant [Mediatrix Press, 2016], Libro IV, Capítulo 8, pág. 175).

El Concilio Vaticano I enseñó lo mismo: “Y solo en Simón Pedro, Jesús, después de su resurrección, confirió la jurisdicción del más alto pastor y rector a todo su redil, diciendo: ‘Apacienta a mis corderos’, ‘Apacienta a mis ovejas’ [Jn 21: 15ff. ]” (Pastor Aeternus, Capítulo 1; Denz. 1.822).

Como explicó el Concilio Vaticano I, “el Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro no para que pudieran, por Su revelación, dar a conocer alguna nueva doctrina, sino que, con Su ayuda, pudieran custodiar religiosamente y exponer fielmente la revelación”. “O depósito de la Fe transmitida por los apostoles” (Constitución Pastor Aeternus, Capítulo 4). El poder del soberano pontífice está así regulado por la Revelación, y las palabras que San Pablo se aplicó a sí mismo también pueden aplicarse a él: “Pero aunque nosotros, o un ángel del cielo, predicáramos  un evangelio diferente del que hemos predicado a ti, sea anatema” (Gál. 1, 8).

En este párrafo vemos a los lefebvristas perpetuar y propagar un grave error dobre el significado de este pasaje del Capítulo 4 de la  Pastor Aeternus. Una y otra vez, ellos y aquéllos que repiten su argumentación afirman que este pasaje regula o condiciona el Magisterio del Papa de manera normativa. En otras palabras, están diciendo que el concilio enseña que el Papa no debe enseñar nada en desacuerdo con la Revelación Divina, pero que, sin embargo, puede muy bien de hacerlo.

La verdad es, como hemos señalado anteriormente en este sitio web, que el Vaticano I está enseñando que el Papa no puede hacerlo, precisamente porque no se le dio el Espíritu Santo por la difusión de la herejía sino por la difusión de la verdad revelada  por Dios. En otras palabras, el pasaje en cuestión no es normativo sino descriptivo. El contexto dado en el Capítulo 4 de la Pastor Aeternus establece las prerrogativas y la singularidad del Papado, protegido por el Espíritu Santo. ¿Qué clase de protección divina proporcionaría el Espíritu Santo si el Papa meramente “no deba” inventar nuevas doctrinas pero, sin embargo, es muy capaz de hacerlo? ¿No sería eso también cierto para el empleado de su tienda de comestibles local y el malhumorado conductor de autobús en su viaje matutino? ¿Significa que “no debe” inventar un nuevo evangelio, pero es capaz de hacer precisamente eso?

Es evidente, por lo tanto, que el Vaticano I enseña, no que el Papa no debe enseñar nueva (o falsa) doctrina, sino que en realidad no lo va ha hacer [por Ia protecciōn divina]. Ese es el significado de la asistencia especial del Espíritu Santo al Papa. Por lo tanto, podemos decir que la doctrina del concilio acerca de la asistencia del Espíritu Santo al Papa es descriptiva: describe una verdad sobre el Papado, y no meramente normativa, o sea que establece una norma que se espera que el Papa siga. El Espíritu Santo actúa a priori: antes de que el Papa haga algo, le  impide enseñar o legislar errores graves como la herejía, no a posteriori, con ayuda de la SSPX (o de cualquier otra persona) que corrija su magisterio después de hecho.

[Es] dar prueba de una sumisión que dista mucho de ser sincera, establecer algún tipo de oposición entre un pontífice y otro. Aquéllos que, frente a dos directivas diferentes, rechazan la presente para aferrarse al pasado, no están dando prueba de obediencia a la autoridad que tiene el derecho y el deber de guiarlos; y de alguna manera se asemejan a quienes, al recibir una condena, desearían apelar a un Concilio futuro, o a un Papa que esté mejor informado (Papa León XIII, Carta Apostólica Epistola Tua).

En pocas palabras, la verdad sobre el canon vicentino es la siguiente: San Vicente propuso su regla de adherirse a lo que siempre se ha creído y en todas partes sólo como un criterio para los casos que la Iglesia aún no había resuelto a través de su Magisterio. Por lo tanto, el Canon de San Vicente nunca puede ser usado contra el Magisterio.

Los llamados herejes viejos católicos que rechazaron el dogma de la infalibilidad papal en 1870 lo hicieron utilizando la misma falsa argumentación sobre el canon vicentino que la SSPX está usando hoy.
(Extraído do blogue Católicos Alerta)

sábado, 4 de maio de 2019

420ª Nota - Falha fatal? (Mais estultices dos "teólogos" neoconservadores da FSSPX)



No site Fatima Center, o Sr. Ferrara atacou os sedevacantistas pelo que ele chama de autocontradição, uma “falha fatal” em seu pensamento. Ele primeiro resume com precisão a posição sedevacantista: “Assim, de acordo com o pensamento sedevacantista, não se pode legitimamente reconhecer e resistir a um verdadeiro Papa, porque embora nem todo ato magisterial papal seja infalível, todo ato magisterial papal é (1) autoritativo, (2) vinculativo às consciências, (3) seguro de seguir, e (4) livre de erro pernicioso. [ênfase adicionada]

Ele então passa a atacar essa posição como contendo uma contradição: “O que os sedevacantistas estão realmente dizendo, então, é que um papa que erra em seu ensino sobre uma questão de fé e moral, uma vez, deixa de ser papa (ou nunca foi papa) porque todo exercício do magistério papal deve ser livre de erro”.

Observe que a palavra perniciosa desapareceu. Ao deixar esta palavra de fora, o Sr. Ferrara manifestou que ele não entende todo o ponto do argumento sedevacantista.

Estamos dizendo que o magistério papal não infalível é de fato falível, mas que, se ele errar, não pode ensinar ou comandar algo que é perverso ou pernicioso, isto é, algo contrário à doutrina ou à moral católica. Ele não pode ensinar uma doutrina que é contrária aos ensinamentos da Igreja, nem pode ensinar algo condenado pela Igreja. O papa pode ensinar, por exemplo, que a lua é feita de queijo verde, mas ele não pode ensinar que as religiões não católicas são meios de salvação. E eu desafio os neocons a produzir um único ponto de magistério pontifício que viole esta regra.

Esta não é uma questão de infalibilidade, mas de indefectibilidade, que tem um objeto muito mais amplo do que a infalibilidade. A infalibilidade tem como objeto verdades imutáveis ​​e irreformáveis. A indefectibilidade tem por objeto não apenas a doutrina, mas também a disciplina, de tal maneira que a Igreja jamais possa ensinar, prescrever ou comandar algo contrário à doutrina católica, ímpia, má ou perniciosa. Embora este dom da indefectibilidade não preserve o Papa do erro em seus ensinamentos não infalíveis – o que chamamos de magistério pontifício ou autêntico –, ainda assim o preserva e a Igreja universal em geral de exigir que o fiel concorde com qualquer doutrina perniciosa, ou observe qualquer disciplina que seria pecado observar. 

Papa Gregório XVI ensinou isso mesmo em sua encíclica Quo graviora de 1833: É possível que a Igreja, que é o pilar e a base da verdade, e que recebe continuamente do Espírito Santo o ensino de toda a verdade, possa ordenar, conceder ou permitir o que se tornaria em detrimento da salvação das almas, ao desprezo e dano de um sacramento instituído por Cristo? Não seria a insanidade mais insolente, como disse Agostinho, questionar se algo que a Igreja universal faz em todo o mundo deveria ser feito ou não?

Papa Leão XIII, em sua encíclica Sapientiæ christianæ disse: Portanto, pertence ao Papa julgar com autoridade as coisas que os oráculos sagrados contêm, bem como quais doutrinas estão em harmonia e o que está em desacordo com elas; e também, pela mesma razão, mostrar quais coisas devem ser aceitas como certas, e o que ser rejeitado como inútil; o que é necessário fazer e o que evitar fazer, a fim de alcançar a salvação eterna. Pois, do contrário, não haveria intérprete certo dos mandamentos de Deus, nem haveria um guia seguro mostrando ao homem como ele deveria viver.

O Sr. Ferrara está confundindo a infalibilidade positiva com a infalibilidade negativa, uma distinção feita pelos teólogos. A primeiro é o que diz respeito às suas declarações solenes, como a Imaculada Conceição, que são objeto de fé divina e católica. A segunda refere-se ao seu ensinamento não infalível, como o magistério pontifício, que não está isento de erros, exceto pelo fato de não poder exigir assentimento religioso ao ensino doutrinário ou moral que seria contrário à doutrina católica, ou comandar uma disciplina que seria pecaminosa observar.

Qualquer coisa que se enquadre na categoria de magistério pontifício, isto é, o ensino papal não infalível, requer algo chamado assentimento religioso, que, embora não seja o assentimento da fé, é um assentimento feito de obediência ao Pontífice como Mestre Supremo. Em outras palavras, não podemos alegremente “explodir” porque não concordamos com isso. Além disso, embora esses ensinamentos possam ser errôneos, eles não podem conter um erro pernicioso, isto é, algo pecaminoso a ser aceito ou observado.

O Papa Pio XI disse em sua encíclica Casti connubii: Mal ficaria, efetivamente, a qualquer cristão digno deste nome o fiar-se na sua inteligência soberbamente a ponto de querer acreditar só nas verdades cuja natureza intrínseca venha a conhecer por si, o julgar que a Igreja, por Deus destinada para mestra e orientadora de todos os povos, não está suficientemente esclarecida quanto às coisas e circunstâncias modernas, ou então o não prestar-lhe assentimento e obediência senão no que impõe por meio de definições mais solenes, como se fosse lícito pensar que suas outras decisões pudessem ter-se como falsas ou não robustecidas por motivos suficientes de verdade e honestidade. Ao contrário, é próprio de qualquer verdadeiro e fiel cristão, sábio ou ignorante, deixar-se dirigir e guiar pela Santa Igreja de Deus em tudo o que respeita à fé e aos costumes, por meio do seu Supremo Pastor, o Pontífice Romano, que, por sua vez, é dirigido por Jesus Cristo Nosso Senhor.

O Papa Pio XII disse na encíclica Humani generis: Também não se deve pensar que o que é exposto nas Cartas Encíclicas não exija por si só consentimento, visto que ao escrever tais Cartas os Papas não exercem o poder supremo de sua autoridade de ensino. Pois estes assuntos são ensinados com a autoridade ordinária de ensino, da qual é verdade dizer: "Quem vos ouve, ouve-me".

Eu dei estas longas citações dos Romanos Pontífices para mostrar que minhas afirmações sobre o magistério não infalível não foram "tiradas de um chapéu". Cardeal Franzelin, um teólogo muito proeminente do século XIX, que era o principal teólogo no Concílio Vaticano de 1870, resumiu assim: “Neste tipo de declarações [que não são feitas com a intenção de vincular infalivelmente por uma sentença definitiva], não há a verdade infalível da doutrina, pois, neste caso, não havia a vontade de ligar; mas existe uma segurança infalível da doutrina, em razão da qual todos os católicos podem abraçá-la com segurança, e não é seguro, nem pode ser livre da violação da submissão devida ao Supremo Magistério, que eles devem se recusar a aceitá-la”. [ênfase adicionada]

Reduzir a Igreja Católica a uma igreja protestante. 

Embora o Sr. Ferrara tenha boa vontade, sem dúvida, e esteja fazendo o melhor que pode para entender o problema atual de um "magistério" divergente, o que ele está propondo é a redução da Igreja Católica para uma igreja protestante.

Reitero: Seria contrário ao próprio propósito da fundação da Igreja Católica por Nosso Senhor Jesus Cristo, e à assistência que Ele prometeu a Ela, se fosse capaz, através de seus ensinos e práticas universais, de conduzir as almas ao inferno por erro pernicioso e/ou leis e disciplinas pecaminosas.

Por outro lado, os protestantes veem seus pregadores e hierarquias como seres humanos que não são auxiliados por Cristo, mas que simplesmente nos propõem o que eles pensam ser doutrina verdadeira e moral sadia. Cabe ao indivíduo decidir se ele acha que seu ensino está em conformidade com as Escrituras ou não. Por essa razão, não há unidade de fé entre os protestantes. É uma religião sem dogma, sendo o dogma o único domínio do indivíduo. Por esta razão, apesar da variedade de suas seitas, eles estão todos em comunhão entre si como “cristãos”. Isto significa que, apesar de suas diferenças doutrinárias, no final não importa, já que a doutrina é a sua decisão, e não a da Igreja. Essa é a alma do protestantismo.

Reconhecendo como a verdadeira hierarquia católica os “Papas” do Vaticano II, as pessoas que reconhecem e resistem estão protestando contra a Igreja Católica, tratando a hierarquia da mesma maneira que a dos protestantes. O Papa propõe uma doutrina, depois vemos se está de acordo com a Tradição. Se não, então a rejeitamos de imediato, mas, ao mesmo tempo, reconhecemos que o Papa errante é a cabeça da Igreja, Vigário de Cristo na terra.

A posição sedevacantista, por outro lado, insiste que, se há um desvio da doutrina católica nos ensinamentos e disciplinas de um Romano Pontífice, é um sinal infalível – como fumaça de fogo – que ele não possui, por alguma razão, a assistência de Cristo e, portanto, não pode ser um verdadeiro Romano Pontífice. É um sinal infalível, pois a indefectibilidade da Igreja é um dogma de fé da Igreja.

Somente esta posição preserva a natureza da Igreja Católica, que é uma organização sobrenatural da qual as doutrinas e disciplinas universalmente ensinadas e prescritas podem e devem também ser aceitas como sendo seguras e favoráveis ​​à salvação. Negue isso e você destrói a Igreja Católica.

(28 de março de 2019, por dom Sanborn)